Raquero (Archivo Javier Ortega)

Raquero (Archivo Javier Ortega)

PRESENTACIÓN DEL BLOG:

"Síguela, que es buena,

síguela, que es mala,

síguela, que tiene

pelos en la cara."




Según Esteban Polidura Gómez, esta coplilla la celebraban los raqueros de Santander a despecho de la contrariada autoridad municipal, allá por 1864, cuando aquel escritor contaba unos doce años, y Pereda daba a la imprenta sus Escenas Montañesas.



Tomo ahora prestado el primer verso para iniciar la singladura de este blog, que debe tener contenidos educativos, relacionados con la Lengua castellana y su Literatura.



Espero que sea del gusto del lector, que en él se propongan enseñanzas motivadoras, útiles y edificantes, y que se nutra de la aportación de todos los interesados en estos temas.



Muchas gracias a todos/-as por hacerle un pelín de caso.



¡Adelante, pasen sin llamar!

sábado, 24 de noviembre de 2018

Cuando una alumna se va.


Llevaba yo cuatro años en mi actual destino cuando tuve de alumna, en 3º ESO, a Rebeca Bartolomé Mellado. Fue en el curso 2009-2010, el año en que nos visitó la autora Blanca del Cerro para hablarnos de su novela Soy la Tierra.
Di clase a Rebeca de Lengua castellana y Literatura. La recuerdo como una chica alegre, pero responsable. Llevaba la paz y la alegría consigo, y le gustaba utilizar una fina ironía. Tengo que decir que era un regalo contar con Rebeca en el aula, porque comunicaba una chispa especial.
Sus padres y ella eran creyentes.
Ahora, el pasado martes 20 de noviembre, un conductor imprudente se la llevó por delante y segó su vida.  Tenía 23 años.
Cuando sabes que ha muerto una persona a la que has impartido clase, una parte de ti se resiente y muere también. Porque deseas el mejor futuro para tus alumnos. Lo mejor de este mundo. Que un día te enteres de que tal chico o chica ha llegado a un logro importante. O que te lo encuentres y te recuerde con agrado y satisfacción, y te pueda hablar de lo que hace, o de cuanto ha conseguido, o está por conseguir.
No hay nada que pueda paliar perder a un ser querido; y menos a quien es carne de tu carne y está en la flor de la vida. Ser creyente, pensar en la recompensa de la Felicidad Eterna, da fuerzas. Pero la pena, la amargura están ahí. 
Ha sido la voluntad de Dios, podemos pensar. Pero es una voluntad que escapa a nuestro entendimiento. No conocemos el porqué de este tipo de daño. Por qué Dios necesita llevarse, tener en su presencia, a personas muy jóvenes como Rebeca. ¿Es para incrementar su coro de ángeles o de serafines? ¿Es para que el alma de esa persona buena obre algo bueno por los que permanecemos aquí? ¿Para alguna misión relacionada con el Creador o con su Plan de Salvación?
El controvertido escritor anglicano Clive Staples Lewis (1898-1963) creía en la necesidad del dolor, aunque dicha justificación escape a nuestro entendimiento. Veía en Dios toda bondad, todo bien. De un Ser así no puede dimanar nada malo, nada tortuoso. Luego, resolución de este simple silogismo: el dolor, la pena, han de producirse, aun bajo el Poder de Dios, por algo necesario que un día nos será explicado.
Continúa considerando C. S. Lewis que cuando somos felices, parece que nos olvidamos de Dios. No lo necesitamos, inmersos en nuestro tiempo de dicha. Solo cuando llega la tristeza, la amargura, o la desgracia, nos solemos acordar de Dios, para implorarlo. “—Dios mío, ¿por qué?” Pero no obtenemos respuesta, sino el silencio. Hubo quien lo llamó desde la cruz, sintiéndose perdido por abandonado. Dios es cruel, cuando exige de nosotros tanta confianza, tanta fe. ¿Volveremos a encontrarnos, en otra dimensión, cara a cara con nuestros seres queridos? ¿Habrá una segunda oportunidad tanto para ellos como para nosotros? Una incógnita, que la fe quiere despejar afirmando positivamente. 
El gurú Paramahansa Yogananda (1893-1952) sí creía que lo malo, lo dañino, lo perjudicial, podían y debían proceder de Dios. ¿Para qué esta contradicción? Si escribes con tiza blanca sobre una pizarra blanca nadie puede ver con claridad lo escrito. Dios permite el mal para que veamos y valoremos el bien. Un concepto se entiende porque existe su opuesto, con el que se establece un contraste. Esto es muy propio de toda la filosofía oriental y también del hinduismo. Lo negativo del mundo constituye su sombra. La única superación de esa sombra es la búsqueda plena de la Luz de Dios. Sentir su cercanía, abrirse a Él y unirse a Él, es superar cuantas calamidades puedan darse en esta vida. Es una visión paternalista de Dios. Dios nos recibe aún vivos, nos abraza, sentimos paz y gozo bajo Él, en esa fusión mística con su Ser. Yogananda concebía el ser humano como una proyección del Creador: estamos hechos a su imagen y semejanza. Pero nuestro cuerpo es limitado: envejece y enferma. Solo nuestra alma, nuestra no corporeidad, puede crecer, fortalecerse, a través del Amor, de la comunión con lo divino. Cuanto más hagamos crecer nuestra alma, mediante el desapego y la meditación, más sentiremos con nosotros la presencia de la divinidad y de su vivificante Luz. Eso es lo que significa “Emmanuel”: ‘Dios con nosotros’. Y Dios en nosotros. Estamos vivos cuando sentimos a Dios; cuando lo llevamos dentro.
Apunta el sabio Yogananda: “El único propósito de la creación es obligarte a resolver su misterio y a percibir a Dios, quien se encuentra en el fondo de todo. Él desea que olvides todo lo demás y que solo le busques a Él. Una vez que hayas encontrado refugio en el Señor, no existirá conciencia de la vida y de la muerte como realidades. Entonces verás todas las dualidades como los sueños que suceden mientras duermes, que van y vienen en la eterna existencia de Dios.”
Concepción de Dios-Gong. De Dios-Campana. Despierta a mi Amor, para que seas liberado de tus limitaciones. Y, a la vez, por reciprocidad, libérame a Mí Mismo, encerrado como estoy dentro de ti, de tu alma. Solo purificando tu alma del fango, del polvo terrestre, te bañarás en mi Luz y me liberarás contigo.
Dios necesita que de vez en cuando nos subamos a sus rodillas y le tiremos de la barba. Que le hagamos caso. Y así, haciéndole caso, superaremos todo infortunio. No nos acordaremos de lo peor de esta realidad. Porque estaremos con Él y le tendremos a Él aun antes de haber muerto.
Dios es un Dios celoso. Nos da la vida, mas no gratuitamente. Quiere que se lo agradezcamos constantemente (o de vez en cuando). Que pensemos que Es, que existe. Que nos necesita tanto como nosotros a Él, para así --¡oh, mortales!-- disfrutar de Eternidad. Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso después de probar del Árbol del Conocimiento y antes de comer del Fruto de la Vida Eterna. No quiso Dios que fueran como Él, inmortales con conocimiento. 
Durante todas las vicisitudes del pueblo hebreo en el Antiguo Testamento, Dios no alcanzó nada concreto con la Humanidad. Ni el Hombre con Dios. Fue como dos océanos, cuya diferencia de salinidad les impide juntarse. Vino Jesucristo al mundo, y parece que la situación cambió a mejor. La Alianza definitiva: la Salvación del Hombre, la victoria de Cristo sobre el Mal y sobre la Muerte, y la instauración de la Divina Gracia y Misericordia por Amor de Dios a sus criaturas. 
Si queremos creer, solo en eso podemos confiar: en nuestra victoria final sobre la muerte, merced al triunfo del Hijo del Hombre sobre ella y sobre el pecado. Viviremos si creemos en Dios y si amamos con toda la fuerza de nuestro corazón, y somos misericordiosos con nuestro entorno: semejantes, seres vivos, Naturaleza. Solo de ese modo se puede entender (y admitir como válida) la expresión eufemística “Pasar a mejor vida”.
Sí, así es. Si sentimos a Dios, verdaderamente pasamos a mejor vida.
Dejemos que Dios nos sueñe. Mientras vivamos, no lo despertemos. Ya despertaremos nosotros también. 
© Antonio Ángel Usábel, noviembre de 2018.


martes, 6 de febrero de 2018

Aumentan las agresiones a profesores.

En los últimos tiempos, el colectivo de docentes estamos sufriendo un aumento de las hostilidades contra nosotros, como si por parte de los alumnos y de las propias familias fuéramos el enemigo a vencer.

Se olvida que estamos reconocidos como autoridad pública, con nuestra presunción de veracidad ante los hechos.

Es lamentable que, dejándose llevar por la corriente de la inacción y la apatía, por la carencia de valores éticos y morales fundamentales, por la pérdida o ausencia de referentes positivos, la sociedad deje su Educación a la deriva, y a la sola vigilancia / responsabilidad de los profesores, la mayoría de los cuales se ven seriamente comprometidos con su trabajo y recibiendo escasas ayudas externas.

El panorama político, desolador, corrompido, irreconciliable, con una judicatura a veces muy subalterna de sus intereses, y no del esclarecimiento de la verdad ni del correcto y absoluto cumplimiento de la Ley, propicia, en suma, que la sociedad no crea en valores constructivos. La consigna del "Todo vale (que no me va a pasar nada)" cunde por doquier. El trampeo, el falseo y la sensación de que el honrado pierde siempre, nos están llevando a una total ausencia de credibilidad en un mundo medianamente reglado y con expectativas de futuro. 
Honradez y sensatez.

Se habla tanto de cambiar la Constitución, cuando nunca se ha aplicado ni cumplido por entero. Que el poder ejecutivo y la oposición empiecen por respetarla y objetivarla, para que se viva en una España edificante.

El problema de la Educación siempre ha sido, y lo continúa siendo, de índole y de alcance social. No es posible desentenderse o mirar para otro lado. Tampoco arrojar una piedra y esconder la mano.


Los sindicatos relacionados con el sector educativo deberían clamar por la depuración de responsabilidades, a todos los niveles: social, parental, político, administrativo. Los docentes deben ser tratados con equidad, pero también la clase política y la sociedad en su conjunto han de aceptar y asumir la parte que les afecta. Hasta que no se sea consciente de ello, la deriva seguirá y los malos vientos continuarán arreciando.

Es, por otro lado, hiriente, sangrante y penoso que jóvenes formados en universidades españolas deban marchar al extranjero, como única alternativa para poder encontrar un empleo digno, medianamente estable y adecuadamente remunerado. Y que los demás jóvenes, con otra preparación igualmente meritoria, tengan que refugiarse en casa de sus padres porque no encuentran nada provechoso.

Remar en la lancha por un objetivo bueno, general y concreto. ¡Sús y adentro! Sobrevivir, sobreponerse a la tempestad, y derrotarla con la fuerza de un sol cálido y brillante.